Texto descriptivo
La personalidad y el pulso de las calles no existiría sin las personas que las habitan. Cuando cae la noche y las siluetas de los edificios desaparecen con la oscuridad, la ciudad sigue viva y hablando a través de un mar de luces.
Los edificios podrían seguir existiendo sin nosotros, pero no tendrían esa luz que sale por sus ventanas, ese destello que indica que hay vida, un hogar. Son las personas que encienden esa luz, quienes realmente dan voz a la ciudad. Más allá de las calles y de la tierra bajo nuestros pies, lo que nos une son las personas, y son ellas las que tejen la personalidad única de cada ciudad. Cada hogar tiene una voz, y cada una de ellas ilumina la ciudad haciendo de la tierra un hogar. Eso es lo que nos hace decir, con certeza y calidez, «sí, de ahí soy».
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